¿Por qué decidiste continuar con la bodega?
Yo he estado aquí desde muy pequeño, me encantaban las viñas, el zumo de uva y la bodega. Cuando tenía tiempo siempre venía a trabajar aquí con mi padre y poco a poco empecé a conocer este mundo. ¿Por qué? Tenía claro que quería vivir en el pueblo y hacer productos para el pueblo. A mí me ha gustado la viña y la agroecología desde siempre y tengo intención de seguir en ese camino.
Tu familia comenzó su andadura en el modelo ecológico. ¿Por qué?
Entraron en ecológico hace 30 años, fue su filosofía. Mi madre es de Cascante y mi padre de Lumbier. De familias agricultoras y ganaderas, vieron lo que le pasa a la tierra al utilizar productos químicos. Por eso decidieron hacerlo todo en ecológico. No fue fácil que la gente entendiese y dar a conocer las ventajas y diferencias con la agricultura convencional. Aristu fue la primera bodega ecológica de Navarra.
¿Cuál ha sido tu apuesta desde que entraste en la bodega?
Lo que hacemos ahora no es solo cumplir la normativa ecológica que marca Europa: vamos un paso más allá y la llevamos al extremo. Utilizamos criterios agroecológicos en nuestro día a día: no hacemos tratamientos, dejamos la cubierta vegetal, fomentamos la presencia de insectos para mejorar el ecosistema, seguimos el calendario lunar y, en el ámbito bodeguero, empezamos a producir vino sin sulfitos. Ni clarificamos ni filtramos.
Siempre intentamos mejorar para dar a conocer nuestro producto y nuestro vino. El vino es un producto vivo que debemos amar y cuidar.
¿Cómo comercializáis el vino?
Antes casi la mitad era exportación y ahora más de la mitad la vendemos a nivel de Navarra y País Vasco. Ha habido un gran cambio y también ha sido nuestra apuesta.
En el norte de Europa siempre hemos tenido una buena acogida, se valora muy bien el vino. En Navarra ha costado más; no hay tanta cultura vinícola. Cuando empecé en la bodega mis amigos no bebían vino tinto. Y por eso empecé a pensar que tenía que hacer vino para mis amigos y para el pueblo. Hemos seguido esa filosofía. También formamos parte de la cooperativa Biba Ardoak y a través de ella vendemos mucho a en Euskal Herria.
Además, Lumbier es un pueblo pequeño con muchos negocios. Si compro algo a mi vecino, sé que se quedará en el pueblo. Por eso le damos importancia a vender aquí.
¿Cuál es vuestra filosofía?
Cada vino tiene una historia, y tiene que ver con Lumbier y mi familia. Intento aportar emoción a cada vino y eso le da un valor añadido, porque contamos una historia.
Hicimos un vino en honor a mi abuelo, por ejemplo. Al abuelo al principio le costó aceptar que hiciésemos en ecológico, pero una vez que vio como lo hacíamos, me dijo: 'Sigue por ese camino'. Se dio cuenta de que había más vida en los viñedos en el modelo ecológico.
Por eso también animo a agricultores convencionales a pasar al ecológico; tiene muchos beneficios y es una apuesta de futuro.